Callejón oscuro en Coyoacán, Ciudad de México, con un árbol antiguo y una figura espectral en la niebla.

El Militar y su Obsesión

Era la época de la Revolución Mexicana, y un militar de alto rango, conocido por su devoción religiosa y su carácter autoritario, vivía en una de las casas cercanas al callejón. Este hombre, del que pocos se atreven a mencionar el nombre, era un fervoroso creyente en la disciplina y el orden, tanto en su vida como en su hogar. Aunque era viudo y sin hijos, el militar tenía una extraña obsesión con la imagen de la Virgen de Guadalupe, a quien veneraba con devoción.

Todas las noches, al regresar de sus patrullas, el militar se arrodillaba frente a una imagen de la Virgen y rezaba con una fervorosa intensidad, pidiendo protección para él y sus soldados. Cuentan que dedicaba horas a la oración, y que cualquier interrupción en este ritual lo enfurecía de una manera casi sobrenatural.

 El Encuentro Inesperado

Una noche fría de noviembre, mientras el militar rezaba en su casa, un grupo de niños jugaba en el callejón. Entre risas y gritos, uno de ellos, un pequeño de no más de ocho años, corrió hasta la entrada de la casa del militar y, sin querer, empujó la puerta entreabierta. Intrigado, el niño miró adentro, donde apenas pudo ver la luz de las velas iluminando la imagen de la Virgen. Al ver a la Virgen, el niño sintió una mezcla de temor y curiosidad.

Al darse cuenta, el militar giró lentamente y vio al pequeño en la puerta. En un arrebato de ira, se levantó de su oración, y en un segundo, atrapó al niño, arrastrándolo hasta el centro del callejón. Allí, en su furia ciega y sin escuchar las súplicas del niño, ató sus pequeñas manos a un árbol de aguacate que crecía a un lado del callejón. Sin nadie que lo defendiera, el niño pasó la noche atado, expuesto al frío y al terror de la oscuridad.

 La Noche del Terror

Al amanecer, los vecinos encontraron el cuerpo sin vida del niño, aún atado al árbol. La noticia del suceso recorrió el barrio rápidamente, y el militar, que no mostró arrepentimiento alguno, siguió con su vida como si nada hubiera pasado. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que el pueblo comenzara a murmurar que el alma del niño no había encontrado paz.

A las pocas noches, los vecinos empezaron a escuchar el débil llanto de un niño en el callejón, que resonaba entre las paredes y parecía venir desde el árbol de aguacate. Algunos afirmaban que habían visto una pequeña sombra junto al árbol; otros, que sentían un frío intenso cada vez que cruzaban el callejón de noche.

El Castigo del Militar

Poco a poco, la figura del militar comenzó a transformarse. Primero fueron sus ojos, que se tornaron opacos y enrojecidos. Luego, su salud comenzó a deteriorarse sin explicación médica alguna. Murmuraba en las noches, gritando el nombre del niño como si estuviera siendo atormentado. En su locura, fue visto en varias ocasiones deambulando por el callejón, a veces rogando perdón frente al árbol de aguacate.

Finalmente, después de meses de agonía, el militar fue encontrado muerto en el mismo lugar donde había dejado al niño. Su rostro, cuentan, estaba congelado en una expresión de horror, como si hubiera visto algo indescriptible en el último segundo de su vida.

Epílogo: El Callejón Hoy

A pesar de los años, los vecinos de Coyoacán dicen que el espíritu del niño nunca ha abandonado el Callejón del Aguacate. Se cree que su alma sigue buscando justicia, y que aquellos que caminan por el callejón de noche pueden escuchar su débil voz pidiendo ayuda o sentir una mano fría que toca la suya fugazmente.

El árbol de aguacate aún está allí, y nadie se atreve a talarlo, pues se dice que es el único refugio del espíritu del niño. Aquellos que conocen la historia respetan el lugar y le rinden homenaje en silencio, mientras otros, los menos afortunados, han experimentado fenómenos inexplicables al cruzar el callejón de noche.

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