El Primer Asesinato
La primera víctima fue Santiago Arismendi, un banquero de 45 años, encontrado muerto en su propio despacho. A simple vista, parecía un suicidio: estaba sentado en su silla con un disparo en la cabeza, y el arma en la mano derecha. Sin embargo, cuando la forense Miranda Herrera examinó el cuerpo, notó algo extraño. Santiago era zurdo.
Ese detalle fue solo el comienzo. La escena estaba repleta de pistas sutiles: la disposición de los objetos en su escritorio formaba una figura similar a una espiral, y en la pantalla de su computadora, había un archivo de texto abierto con una sola palabra: "HÉCATE". Miranda, con una mirada preocupada y consciente de que esto no era un caso común, hizo que se detuviera cualquier rumor sobre un suicidio. Sabía que se enfrentaba a un asesino meticuloso, uno que estaba dejando una firma oscura.
Una Carta en la Noche
Tres días después, una carta llegó a la oficina de Miranda. La letra era irregular, casi como si alguien la hubiese escrito con dolor. Decía:
"¿Conoces la naturaleza de la muerte, Miranda? Yo la conozco bien. Es mi amante, mi musa. Ella susurra en la noche, y yo, su fiel sirviente, la sigo en una danza de sombras."
Miranda se estremeció. La carta estaba firmada simplemente como "El Compositor".
La policía intentó rastrear la carta, pero todo lo que obtuvieron fue una dirección falsa. Quienquiera que fuera "El Compositor", sabía cómo moverse entre las sombras y evitar ser detectado.
Una Investigación Siniestra
Con cada día que pasaba, Miranda y su equipo descubrieron más víctimas. Cada asesinato parecía seguir un patrón complejo y cada escena dejaba más pistas, todas unidas en una simbología extraña. Era como si el asesino intentara guiar a Miranda a un destino oscuro.
Mientras tanto, Miranda comenzó a recibir mensajes en su casa, algunos escritos en trozos de papel, otros en la pantalla de su teléfono en la madrugada. El mensaje era siempre el mismo:
"¿Conoces el verdadero rostro del miedo?"
El ritmo de los asesinatos se aceleraba, y las pistas se acumulaban como piezas de un rompecabezas macabro. Todas las víctimas parecían tener algo en común, pero era difícil ver el patrón. Sin embargo, Miranda notó que cada víctima había trabajado, en algún momento, en un proyecto filantrópico patrocinado por una corporación siniestra: Industries Hera, una empresa envuelta en escándalos y rumores de prácticas turbias.
El Descubrimiento de la Verdad
Mientras profundizaba en la conexión de las víctimas con Industries Hera, Miranda se topó con un nombre familiar: Emilio Vargas, el CEO de la corporación. Vargas tenía un historial impecable, pero rumores de su implicación en actividades clandestinas no faltaban. Al investigar a fondo, Miranda descubrió una verdad escalofriante: cada una de las víctimas había sido parte de un oscuro proyecto de experimentación psicológica liderado por Industries Hera años atrás, un experimento llamado "Proyecto Hécate".
El objetivo del proyecto era explorar los límites de la mente humana a través de métodos cuestionables, sometiendo a los participantes a traumas extremos. Cada víctima había sido seleccionada, estudiada y, al parecer, destruida psicológicamente. El proyecto había sido cancelado, o al menos, eso era lo que creía el público.
El Enfrentamiento Final
La paranoia comenzó a apoderarse de Miranda. Sabía que el asesino estaba cerca, observándola, y que el juego que había comenzado aún no había terminado. Decidida a acabar con el misterio, buscó a Emilio Vargas y lo confrontó en su mansión. Vargas se mostró evasivo, sin negar ni confirmar su implicación en los crímenes. Sin embargo, sus ojos reflejaban algo perturbador, una chispa de satisfacción.
Justo cuando Miranda pensaba que había alcanzado un callejón sin salida, recibió un último mensaje del Compositor. Decía:
"La última nota siempre es la más dulce. Todo este juego fue para revelarte el rostro de la verdadera oscuridad. ¿Estás lista para conocer a Hécate?"
De pronto, todas las luces se apagaron. La oscuridad engulló la habitación, y una risa profunda y desquiciada resonó en las sombras. Cuando la luz volvió, Emilio Vargas había desaparecido, y en su lugar, encontró una figura encapuchada con una máscara de teatro en la cara.
El Compositor estaba ahí, en persona, revelándose como el verdadero arquitecto de toda la cadena de asesinatos. Sin embargo, para sorpresa de Miranda, el asesino no era Vargas ni un extraño, sino alguien mucho más cercano. Bajo la máscara, encontró el rostro de Daniel, su exmarido, quien había sido dado por desaparecido años atrás.
El Origen de la Maldad
Daniel, con una mirada perdida y una sonrisa retorcida, le confesó que él también había sido parte del Proyecto Hécate y que había perdido la cordura en sus manos. "Ellos me convirtieron en esto, Miranda. Me arrebataron mi humanidad, y ahora soy su creación perfecta."
Él era tanto la víctima como el verdugo, y ahora, su venganza estaba casi completa. Miranda, atrapada entre el amor y el horror, sintió cómo su mente comenzaba a desmoronarse mientras Daniel pronunciaba las últimas palabras antes de desaparecer en la oscuridad de la noche:
"La última nota, Miranda, es tuya. Tómala como el epílogo de esta sinfonía de sombras."
Miranda nunca pudo capturarlo, y desde entonces, las noches de la ciudad siempre trajeron consigo la inquietante presencia de El Compositor, un asesino sin rostro que tejía una espiral de muerte y locura. Nadie volvió a saber de Daniel, pero la leyenda de sus crímenes y de la maldición de Hécate se extendió como una sombra, recordándole a todos que en el rincón más oscuro de la mente humana, siempre hay un espacio reservado para la locura.
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