Marcos, un joven cazador de la zona, escuchó estas historias desde pequeño, pero siempre creyó que eran simples cuentos para asustar a los niños. Decidió adentrarse en la ciénaga una noche, convencido de que no encontraría nada más que sombras y charcos fangosos.
Al caer la medianoche, Marcos sintió que el aire se volvía pesado, como si algo invisible lo envolviera. Un extraño ruido, similar al crujir de huesos, se escuchó a lo lejos. Sus pasos se volvieron cautelosos, pero el sonido seguía acercándose. Marcos intentó huir, pero sus piernas parecían congeladas. Finalmente, lo vio: la bestia, con su piel resquebrajada y húmeda, como si hubiera emergido de las profundidades de la ciénaga.
La criatura se abalanzó sobre él, sus garras desgarrando la carne de Marcos, quien nunca tuvo la oportunidad de gritar. A la mañana siguiente, solo se encontró un charco de sangre y restos de su ropa en el pantano. Desde entonces, la gente del pueblo asegura escuchar aullidos desgarradores cada vez que la neblina cubre la ciénaga, un recordatorio de que la bestia sigue al acecho, esperando a su próxima víctima.
Comentarios potenciados por Digyweb Web Design