Luisa y Alejandro, una pareja de excursionistas, decidieron desafiar las advertencias locales y acampar en el bosque. Al caer la noche, una espesa niebla comenzó a envolver la zona, y las sombras de los árboles parecían alargarse y moverse de manera antinatural. Luisa sintió un frío inexplicable que le recorrió la espalda, como si una presencia invisible la estuviera observando.
Pronto, vieron cómo una sombra se deslizaba por el suelo y, de repente, se levantaba como una figura humanoide que caminaba hacia ellos. Era el Guardián de las Sombras, con ojos que reflejaban el vacío y una sonrisa torcida que revelaba colmillos afilados. Intentaron correr, pero cada vez que miraban a su alrededor, las sombras parecían cerrarles el paso, acorralándolos en un círculo de oscuridad.
El Guardián extendió sus manos y, en un instante, las sombras envolvieron a la pareja, tragándolos sin dejar rastro. La leyenda cuenta que quienes se adentran en el bosque en noches de luna nueva aún pueden escuchar susurros que provienen de la penumbra, los lamentos de quienes fueron atrapados por el Guardián de las Sombras, destinados a vagar eternamente en su reino oscuro.
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