En las afueras de una pequeña ciudad, en una colina casi siempre cubierta de niebla, se erige una vieja mansión conocida como "La Casa Gris". La estructura, de techos inclinados y ventanas opacas, parecía estar en ruinas, y pocas personas se atrevían a acercarse, no solo por su aspecto desolado, sino por los rumores que la rodeaban. La leyenda decía que la casa estaba llena de espejos antiguos, todos ellos malditos, y que cada uno guardaba el alma de alguien que había entrado alguna vez en esa mansión.
El mito comenzó hace décadas, cuando los dueños originales de la casa, un matrimonio excéntrico, la llenaron de espejos traídos de diferentes partes del mundo. Estos espejos, muchos de ellos adornados con marcos tallados de formas perturbadoras, parecían vibrar cuando uno se acercaba a ellos. La pareja, amantes de lo esotérico, se creía capaz de invocar espíritus y comunicarse con otras dimensiones. Sin embargo, un día desaparecieron sin dejar rastro, y la casa quedó abandonada. Desde entonces, cualquiera que osara llevarse uno de esos espejos sufría una serie de tragedias inexplicables.
Se cuenta que uno de los espejos, un gran espejo con marco de oro tallado con figuras de demonios y bestias, apareció en la tienda de un anticuario de la ciudad. Fue comprado por una mujer joven llamada Marta, quien lo colocó en su sala, fascinada por su belleza antigua. Sin embargo, poco después de instalarlo, comenzaron a suceder cosas extrañas. En las noches, Marta oía susurros y veía sombras que se movían dentro del espejo, como si estuvieran atrapadas en su interior. Al principio pensó que era su imaginación, pero un día vio algo imposible: su propio reflejo comenzó a moverse por sí solo.
Marta trató de deshacerse del espejo, llevándolo lejos de su casa y arrojándolo a un vertedero, pero al regresar, el espejo estaba de vuelta, esperándola, como si nunca lo hubiera movido. Desesperada, llamó a un experto en ocultismo, quien le dijo que el espejo albergaba el alma de alguien que había quedado atrapado en la Casa Gris, y que solo un ritual peligroso podría liberarla.
El ritual exigía a Marta que pasara una noche entera en la Casa Gris, con el espejo, enfrentándose a las almas atrapadas allí. Entre sombras y gritos susurrantes, Marta logró romper la maldición, pero a un alto costo. Aunque sobrevivió, su cabello se tornó completamente blanco y su mirada quedó perdida, como si una parte de ella hubiese quedado atrapada para siempre en el mundo detrás de los espejos.
Desde entonces, nadie ha vuelto a llevarse un espejo de la Casa Gris, y se dice que, si te atreves a mirarlos demasiado tiempo, podrías ver sombras que te observan desde el otro lado, esperando pacientemente a que su nueva víctima se acerque.
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